El primero, y el primordial: asegúrese a sí mismo que usted está cuerdo. Repítalo en voz alta, en la mañana, antes de su ducha, al desayunar y antes de salir de su casa. Usted está cuerdo.
El segundo: ármese de paciencia y tolerancia. Cuando sienta que debe enfadarse, no se enfade. Cuando sienta que debe llorar, no llore. Cuando sienta que debe gritar, por favor, no grite. Respire profundo ante estos sentimientos negativos y reprímalos, proceda a guardarlos en una cajita imaginaria y comprímalos en lo más profundo de su inconsciente, haciendo siempre espacio para las que vendrán.
El Tercero, y el más difícil: Sonría luego de cerrar cada caja. Para lograr esto relaje los músculos de la cara, recuerde momentos placenteros de su infancia o chistes que oyó recientemente. Si se ríe en voz alta, mejor. Asegúrese siempre de no contar a los demás el motivo de su alegría artificial.
El cuarto: Cuente las cajas. Recuerde siempre el orden en que las va guardando. Si es más fácil para usted, lleve la cuenta de su colección de cajas en un cuaderno, utilice fechas y horas para conocer el progreso de su colección.
El quinto, y el más metódico: Cuando haya contado diez cajas, ubique un momento de crisis para completar el proceso. Defínase crisis como un espacio de explosión de emociones negativas, generalmente provocado por otra persona. Reconocerá estos momentos por venir acompañados de stress, disgustos, problemas sin soluciones rápidas y molestia general. Manténgase siempre alerta, pues no sabe cuándo ni donde encontrará su momento de crisis ideal. Aproveche estos preciados espacios una vez que los localice, y proceda a abrir paulatinamente cada caja que estuvo guardando en los últimos días.
La reacción química y física varía ligeramente según cada persona, pero por lo general, usted se verá influenciado por las siguientes sensaciones: rabia, odio, rencor, autocompasión, rabia otra vez; sumado todo a unas intensas ganas de desquitar su furia contra el mundo. Ahora sí: enfádese, llore, por favor grite. Siéntase en la libertad de desligarse de su ira interna y esparcirla por sus alrededores. En caso de sentirse cohibido recuerde siempre que todos son culpables de su furia reprimida.
Al completar la última fase del proceso revise que los resultados obtenidos hayan sido satisfactorios. Vidrios esparcidos en el piso, ventanas rotas y muebles volteados son algunas señales de progreso. Si es así alégrese, va usted por buen camino. Respire profundo y comience de nuevo desde el primer paso. Repita el proceso cuantas veces sea necesario. Si siente que ayudará a mejorar sus resultados, acompañe esta rutina encendiendo la radio en horas del mediodía, viendo televisión en el horario de noticias y leyendo la página de sucesos del periódico.
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Arte: Tim Parish