¿Para qué escribir en inglés?
¿Para qué dejar garabatos en un papel con tinta ilegible, con jeroglifos de países que al final del día no nos pertenecen?
Son palabras que sirven de utensilios de cocina, que crean, saborean y producen; sin ser éstas las primeras que oí en mi niñez, ni las primeras que me atreví a decir en voz alta. No fue Shakespeare quién me llevó de la mano, fue Otero Silva, García Márquez. No fueron contracciones de palabras las que se dejaron manipular por mí, fueron acentos.
Entonces, ¿Para qué alejarse tanto de dónde empezó todo? De Aureliano Buendía, de las casas muertas, de la Rayuela, olvidarse por un momento del humor de Fernando Savater o de la deliciosa locura de Ernesto Sábato?
Algunos dicen que pedir prestado el bolígrafo de otras lenguas, en especial el de una que juega a conquistar el mundo, es como traicionar la identidad cultural, porque que quede claro: para los estándares sociales que nos acorralan, perdón, que nos rodean, el idioma hablado y escrito es el principio de la idiosincrasia. Inutilizarlo momentáneamente sería como traicionar la religión, los valores, la moral, todo lo que nos formó, o que al menos trató de formarnos.
Entonces, como quién osa a romper las reglas, ¡que dios nos libre de explorar otras lenguas! o peor aún, de aprender a disfrutarlas tanto que se apoderen por épocas de nuestras resmas de papel…
Pero en todo este asunto de la identidad y las raíces, algunos olvidan mencionar los pequeños baches que éstas nunca han logrado llenar. Olvidan que los que escriben lo hacen porque sí, con o sin coherencia, en castellano perfecto y pulido, o tan imperfecto que atenta contra la estabilidad intelectual de algunos.
En mi caso entiéndase por el idioma del escrito como un medio casi involuntario, resultado exquisito de una exposición placentera o dolorosa ante el mundo que rodea a aquel que escribe. Porque no se trata sólo de hacerse entender dentro de una geografía, es un impulso, por no entrar en detalles arduos, de ideas, emociones y explosiones, que se cuelan a través de un pequeño agujero de la mente humana. A veces toman forma en un idioma familiar y seguro, a veces en uno extraño y retador, otras ni siquiera llegan a vivir a través de letras, por simple incomprensión del mismo escritor.
Pero, por inevitable que resulte, lo cierto es que de impulsos y caprichos nunca ha entendido mucho la idiosincrasia.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLos latinos =) que bueno es ser asi...me gusta tu blog...saludos!! te invito a mi mundo =)
ResponderEliminar